El tabaco en el siglo XX – segunda mitad
diciembre 21, 2024
LECTURA
EL TABACO EN EL SIGLO XX
Segunda mitad del siglo
El punto álgido de las campañas de prevención del tabaquismo se alcanza en Estados Unidos en 1977 cuando las organizaciones médicas y sanitarias consiguen llevar a las siete grandes compañías tabaqueras americanas a juicio ante el Gran Jurado. En este acto, los ejecutivos de las diferentes empresas contestaron a varias preguntas entre las que destacan «¿Sabe usted que la nicotina es una droga presente en el humo de tabaco con alta capacidad adictiva?» (todos contestaron que no lo sabían y que no creían que el consumo de tabaco pudiera ser considerado una drogadicción) y «¿Sabe usted que el producto que manufactura y vende produce cáncer de pulmón en aquellos que lo consumen siguiendo sus instrucciones?» (todos ellos contestaron que no creían que su producto causara ningún tipo de enfermedad y menos cáncer).
A principios de los años ochenta, aparecen informes científicos que ponen de manifiesto que el tabaco no sólo es peligroso para aquellos que lo consumen activamente, sino que también lo es para aquellos que se ven sometidos al humo del tabaco ambiental: surge el concepto de fumador pasivo y con él aumentan las presiones sobre las autoridades políticas y sanitarias de los diferentes países para que desarrollen leyes que regulen el consumo de tabaco en lugares públicos (20).
Sin embargo, el impacto que tienen los diferentes informes científicos sobre el consumo de tabaco, así como el desarrollo de leyes que lo restringen, varía según los diferentes países del mundo. Así, Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia y Noruega, con una adecuada política de educación sanitaria acerca de los efectos del tabaco, tienen una prevalencia de fumadores en la población general que no supera el 25% y una prevalencia en la población médica inferior al 10%. Son países en los que es fácil implantar medidas de prevención y tratamiento del tabaquismo. Finalmente, los países en vías de desarrollo dedican la mayoría de sus recursos a la prevención y tratamiento de las enfermedades infectocontagiosas, que representan su principal problema sanitario; estos países presentan escasa prevalencia de consumo de tabaco y sus gobiernos apenas desarrollan planes de prevención. Esto, unido a la ausencia o escasez de legislación restrictiva (tanto en lo que se refiere a la publicidad como al consumo de tabaco), hace que sean el principal objetivo de las multinacionales tabaqueras.
Sin embargo, no todo ha sido favorable a las empresas tabaqueras: en 1993, un ejecutivo despedido de la Brown and Williamson Tobacco Corporation, Jeffrey Wigand, saca a la luz informes internos secretos de una tabaquera estadounidense, en los que se demuestra que las multinacionales sabían que el consumo de tabaco produce cáncer y que la nicotina es una sustancia presente en el humo del tabaco que tiene una alta capacidad adictiva. Lo más importante fue que conocían estos hechos incluso antes que las autoridades sanitarias y, lejos de advertirlo, ocultaron la información y continuaron con la fabricación del tabaco, adulterando artificialmente su proceso de manufacturación para conseguir un producto final con más cantidad de nicotina, con mayor poder adictivo, aumentando así las ventas y los beneficios económicos.
A partir de ese momento, la sociedad estadounidense comienza a presentar múltiples demandas legales contra la industria tabaquera, demandas que prosperan en la mayoría de las ocasiones y que han obligado a las tabaqueras a llegar a un acuerdo con las autoridades sanitarias, en virtud del cual se comprometen a ceder anualmente una sustanciosa cantidad de dólares para ser invertida en investigación y asistencia en las enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco. Esta situación, aunque en menor medida, se ha producido también en el resto de los países occidentales.